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Si no están familiarizados con dicho término anglosajón, déjenme decirles que bitter significa amargo, así que ya traducido a un castellano en toda regla, básicamente me llamaron: amargueitor.
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Si bien no es la primera vez que me lo dicen, y es un hecho que me la paso berreando y mentando madres todo el tiempo, se equivocan quienes piensan que soy un amargado, mis allegados y aquellas afortunadas personas que llegan conocerme, saben que soy un individuo altamente felíz y alegre. Mis constantes quejidos, mentadas y gruñidos, no son otra cosa que una válvula de escape para todas las pequeñas desgracias que me -y nos- ocurren en la vida cotidiana que, si bien es cierto son banales e irrelevantes, no dejan de generarme el impulso de decir una que otra palabra altisonante o pegar uno que otro grito al cielo, que dicho sea de paso, se siente retechido.
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Cabe aclarar que estos desplantes de aparente ira, a pesar de ser bastante frecuentes, no son todo el día ni todos los días, el resto del tiempo suelo estar de buen humor y pendiente de la desgracia del prójimo para hacer debida mofa de ello, además de eso, estoy siempre alerta, aprovechando cualquier ominoso traspié de mis amigos y allegados, para convertirlo en motivo de burla y humillación pública, pues una persona muy sabia cuyo nombre no recuerdo (pues tal vez lo inventé) una vez dijo: "No hay nada más hilarante, que el oprobio ajeno".
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Espero que haya quedado aclarado el tema de mis incesantes quejas e injurias hacia todo lo que existe, y que se enteren de que el propietario de este blog es una persona sumamente humilde, sincera y benevolente, pero bueno, con esto me despido y sólo me queda invitarlos a que esperen mis futuras entradas:
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- "De la vez que salpiqué a un indigente con el coche"
- "Cuando alimenté con arsénico a las palomas"
- "Agujereando los condones gratuitos del IMSS"
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¡Adios amigos!
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